La mayoría de los profesionales de la salud consideran que la diabetes tipo 2 es una enfermedad crónica y progresiva, esto alimenta la idea de que es una calle de un solo sentido, una sentencia de cadena perpetua en la que no existe la posibilidad de la libertad condicional: la enfermedad empeora gradualmente, hasta que el paciente acaba por necesitar inyecciones de insulina.
Pero esta creencia no es más que una gran mentira
, lo cual es una excelente noticia para cualquiera a quien le hayan diagnosticado prediabetes o diabetes tipo 2, reconocer la falacia de esta «verdad» es el primer paso crucial a la hora de revertir la enfermedad. De hecho, la mayoría de las personas reconocen instintivamente que se trata de una falsa creencia. Es ridículamente fácil demostrar que la diabetes tipo 2 es casi siempre reversible.
Supongamos que tienes un amigo a quien le han diagnosticado esta enfermedad, lo cual significa que su glucosa en sangre está continuamente por encima de los niveles «normales». Se esfuerza por perder 23 kilos, lo que le permite dejar de tomar sus medicamentos para bajar sus niveles de glucosa, ya que estos han recuperado la normalidad. ¿Qué le dirías? Probablemente algo como esto: «Gran trabajo. Realmente te estás cuidando. ¡Sigue así!». Lo que no le dirías es algo como esto: «Eres un maldito embustero. Mi médico dice que esta enfermedad es crónica y progresiva, así que tienes que estar mintiendo».
Parece perfectamente evidente que la diabetes de tu amigo dio marcha atrás porque él perdió todo ese peso y este es el tema: la diabetes tipo 2 es una enfermedad reversible. Intuitivamente hemos percibido, desde siempre, que esta es la verdad, pero solamente la dieta y los cambios de estilo de vida, NO los medicamentos, revertirán esta enfermedad
, ya que la diabetes tipo 2 es en gran medida un trastorno relacionado con la alimentación.
El principal factor determinante es, por supuesto, la pérdida de peso, la mayor parte de los medicamentos que se utilizan para tratar esta afección no ocasionan pérdida de peso; todo lo contrario, la insulina, por ejemplo, es famosa por provocar aumento de peso, cuando empiezan a aplicarse inyecciones de insulina para la diabetes tipo 2, los pacientes a menudo sienten que están tomando el camino equivocado.
Los pacientes diabéticos suelen decirle al médico: «Doctor, usted siempre ha dicho que la pérdida de peso es la clave para revertir la diabetes, pero me ha recetado un medicamento que me ha hecho engordar once kilos. ¿Cómo puede explicar esto?». Nunca pueden dar una respuesta satisfactoria a esta importante pregunta, porque no hay ninguna. La pura verdad es que los fármacos no son la solución; La clave para tratar correctamente la diabetes es la pérdida de peso, lógicamente, puesto que lo que provoca es un aumento, la insulina no mejora las cosas; en realidad, esta propiciando el agravamiento de la enfermedad.
Dado que adelgazar es la clave para revertir la diabetes tipo 2, los medicamentos no ayudan, solo fingimos que lo hacen, y esta es la razón por la cual la mayoría de los médicos piensan que se trata de una enfermedad crónica y progresiva, hemos evitado hacer frente a una verdad incómoda: los fármacos no van a curar una enfermedad de origen alimentario
. Son tan útiles como llevar un tubo de buceo a una carrera ciclista, el problema no es la enfermedad, sino nuestra forma de tratarla.
Los mismos principios que rigen en la reversión de la diabetes tipo 2 también son aplicables a la prevención, la obesidad y la diabetes tipo 2 están estrechamente relacionadas y, en general, el aumento del peso incrementa el riesgo de desarrollar la enfermedad, aunque la correlación no es exacta, de todos modos, mantener un peso ideal es un primer paso para prevenirla; Muchos pintan la diabetes tipo 2 como una consecuencia inevitable de la vida moderna, pero esto no es cierto, la epidemia de este padecimiento no se desencadenó hasta finales de la década de los ochenta del siglo pasado, así pues, basta con que retrocedamos un par de generaciones para encontrar un estilo de vida que pueda servirnos para prevenir, en gran medida, esta enfermedad.
En esencia, la diabetes tipo 2 puede entenderse como una enfermedad causada por un exceso de insulina, el cual es debido a un consumo excesivo de azúcar, plantear el problema de esta manera es increíblemente útil, porque la solución emerge de inmediato: debemos bajar los niveles de insulina reduciendo el consumo de azúcar y carbohidratos naturales y refinados, que son una forma de azúcar.
Imagina tu cuerpo como un gran tazón. En el momento del nacimiento, el tazón está vacío, en el transcurso de varias décadas, ingieres azúcar y carbohidratos refinados y el tazón se va llenando progresivamente de azúcar, llega un momento en el que rebosa, porque el tazón ya está lleno, tu cuerpo se encuentra con la misma situación, cuando tomas azúcar, tu organismo secreta la hormona insulina para ayudar a que esta sustancia entre en las células, que van a utilizarla para obtener energía, si no quemas la cantidad de azúcar suficiente, tus células acaban por llenarse en el transcurso de los años, hasta que no pueden acumular más, cuando llega este punto, la próxima vez que comas azúcar la insulina no podrá forzar su entrada en tus células saturadas, de modo que se verterá en la sangre, el azúcar viaja por la sangre bajo una forma llamada glucosa, y tener demasiada (es decir, tener niveles elevados de glucosa en la sangre) es uno de los síntomas principales de la diabetes tipo 2.
Cuando hay demasiada glucosa en el torrente sanguíneo, la insulina no parece estar realizando su trabajo habitual de hacer entrar el azúcar en las células, y decimos que el cuerpo se ha vuelto resistente a la insulina, pero la culpa no es de esta, el principal problema es que las células están saturadas de glucosa, los altos niveles de glucosa en sangre son solo una de las cuestiones que hay que contemplar. No ocurre solamente que hay demasiada glucosa en la sangre: hay demasiada en todas las células. La diabetes tipo 2 no es más que el fenómeno del desbordamiento del exceso de glucosa por todo el cuerpo.
En respuesta a la excesiva presencia de glucosa en la sangre, el organismo secreta incluso más insulina, con el fin de «superar» esta resistencia. Se fuerza así una mayor entrada de glucosa en las células ya desbordadas con el objetivo de mantener normales los niveles de glucosa en sangre. Esta estrategia es eficaz, pero solo temporalmente. No se ha abordado el problema del exceso de azúcar; solamente se ha trasladado de la sangre a las células, lo cual ha empeorado la resistencia a la insulina. Llega el momento en que el cuerpo no puede seguir forzando la entrada de glucosa en las células aunque cuente con más insulina.
Piensa en lo que ocurre cuando llenas una maleta. Al principio, la ropa entra en ese espacio vacío sin ningún problema. Una vez que la maleta está llena, sin embargo, se hace difícil incluir las dos últimas camisetas. Llega el punto en que no puedes cerrarla, que parece ser «resistente» a la ropa. Esta es una buena metáfora del fenómeno de desbordamiento que vemos en nuestras células.
Una vez que la maleta está llena, una solución es hacer más fuerza para que quepan las últimas camisetas. Esta estrategia solo funcionará temporalmente, porque el problema subyacente (el hecho de que la maleta está demasiado llena) no se ha abordado. A medida que vayas forzando la presencia de más prendas en la maleta, el problema (llamémoslo «resistencia al equipaje») no hace más que empeorar. La mejor solución es quitar parte de la ropa.
¿Qué sucede en el cuerpo si no eliminamos el exceso de glucosa? Que sigue incrementando la producción de insulina para tratar de forzar que entre cada vez más glucosa en las células. Pero esto no hace más que ocasionar una mayor resistencia a la insulina... Tenemos un círculo vicioso. Cuando llega el punto en que los niveles de insulina son incapaces de mantener el ritmo de la «resistencia» creciente, la glucosa en sangre alcanza un pico. Es entonces cuando se diagnostica la diabetes tipo 2.
Los médicos pueden recetar un medicamento como las inyecciones de insulina, o un fármaco llamado metformina, para bajar los niveles de glucosa en sangre. Pero estos medicamentos no liberan al cuerpo de ese exceso de glucosa
. En lugar de eso, continúan sacando la glucosa de la sangre e introduciéndola en otras partes del cuerpo. Es así como va a parar a ciertos órganos, como los riñones, los ojos y el corazón, o afecta a los nervios...
Allí donde se instala, puede acabar por crear otros problemas. Aunque el problema subyacente, por supuesto, sigue siendo el mismo.
El tazón sigue lleno de azúcar. Lo único que ha hecho la insulina ha sido quitar la glucosa de la sangre, donde podíamos verla, y llevarla a otras partes del cuerpo, donde no la vemos. Así que la próxima vez que comemos, el azúcar vuelve a pasar a la sangre, y nos inyectamos insulina para volver a meterlo en las células. Tanto la ilustración de la maleta saturada como la del tazón rebosante remiten al mismo fenómeno, que tiene lugar una y otra vez.
Cuanto más obligamos al organismo a aceptar el exceso de glucosa, más insulina necesitamos para superar la resistencia a esta. Pero esta insulina solamente da lugar a una mayor resistencia, a medida que las células se van saturando cada vez más. Cuando se llega al punto en que se necesita más insulina de la que el cuerpo puede producir naturalmente, los medicamentos toman el relevo. Al principio solo se precisa un fármaco, pero con el tiempo se requieren dos y después tres, y en dosis cada vez mayores. El caso es que si se toman cada vez más medicamentos para mantener la glucosa en sangre al mismo nivel, ¡la diabetes está empeorando!
Los niveles de glucosa mejoran con la insulina, pero la diabetes empeora
. Los medicamentos no pueden hacer más que esconder la glucosa presente en la sangre por medio de llevarla a las células, ya de por sí saturadas. La diabetes presenta un mejor aspecto, pero en realidad ha empeorado. Los médicos quiza se autofeliciten por la ilusión de un trabajo bien hecho, aunque los pacientes estén cada vez más enfermos.
No hay ningún grado de medicación que permita evitar los ataques cardíacos, la insuficiencia cardíaca congestiva, los accidentes cerebrovasculares, la insuficiencia renal, las amputaciones y la ceguera que son el resultado del agravamiento de la diabetes. «¡Ah, bueno! –se excusan los médicos–, es que se trata de una enfermedad crónica y progresiva».
Hagamos una analogía. Supón que el hecho de esconder la basura debajo de tu cama en lugar de salir a tirarla te permite fingir que tu casa está limpia. Cuando no hay más espacio debajo de la cama, la arrojas al armario. De hecho, puedes ocultarla donde sea que no puedas verla: en el sótano, en el altillo..., incluso en el baño. Pero si sigues ocultando la basura, va a acabar por oler realmente muy mal, porque empezará a descomponerse. En lugar de esconderla, debes tirarla.
Si la solución a tu maleta repleta y a tu casa llena de basura parece obvia, la solución al exceso de glucosa, que conduce a demasiada insulina, también debería ser evidente: ¡deshazte de ese exceso! Pero el tratamiento estándar para la diabetes tipo 2 sigue la misma lógica defectuosa de ocultar la glucosa en lugar de eliminarla. Si entendemos que una cantidad excesiva de glucosa en la sangre resulta tóxica, ¿por qué no podemos entender que una cantidad excesiva de glucosa en el resto del cuerpo también lo es?
¿Qué sucede cuando el exceso de glucosa se acumula en el cuerpo durante diez o veinte años? Que cada una de las células empiezan a deteriorarse. Esta es precisamente la razón por la cual la diabetes tipo 2, a diferencia de prácticamente todas las otras enfermedades, afecta a la totalidad de los órganos. Los ojos se deterioran, y el paciente se queda ciego
. Los riñones se deterioran, y se necesita diálisis
. El corazón se deteriora, y se padecen ataques cardíacos e insuficiencia cardíaca
. El cerebro se deteriora, y el individuo desarrolla la enfermedad de Alzheimer.
El hígado se deteriora, y sobrevienen las afecciones conocidas como hígado graso y cirrosis
. Las piernas se deterioran, y se sufre la úlcera del pie diabético
. Los nervios se deterioran, y se padece neuropatía diabética.
Ninguna parte del cuerpo se libra de los efectos de la diabetes. Los medicamentos convencionales no evitan la progresión de la insuficiencia orgánica porque no contribuyen a la excreción de la carga tóxica de la glucosa. No menos de siete ensayos controlados aleatorizados, plurinacionales y multicéntricos han demostrado que los fármacos que reducen la presencia de la glucosa en la sangre no disminuyen las enfermedades cardíacas, las cuales constituyen la principal causa de muerte entre los pacientes diabéticos. Fingimos que estos medicamentos hacen que la gente esté más sana, pero esto no es así. Hemos pasado por alto una simple verdad: no se pueden usar medicamentos para curar una enfermedad de origen alimentario.
Una vez que se sabe que la diabetes tipo 2 consiste en un exceso de azúcar en el cuerpo, la solución es evidente: hay que deshacerse de la glucosa sobrante, en lugar de ocultarla. Y esto solo puede conseguirse de dos maneras:
Su salud se ve amenazada por todas las direcciones. Estamos rodeados de toxinas ambientales, alimentos ultraprocesados, campos electromagnéticos, organismos transgénicos (OGM) subsidiados por el gobierno y una variedad de otros peligros. Es simplemente imposible protegerse a menos que cuente con información saludable de vanguardia.